No
oigo bramar estos días al coro de plañideras que en otoño
denunciaba una especie de apocalipsis por el retraso de la hora. Qué
matraca nos dieron sus finas eminencias. Pero les recuerdo que el
horario artificial introducido por supuestos motivos energéticos en
1974 por la UE comenzó ayer y acaba a finales de octubre. No es la
anomalía, como acostumbran a lamentar torticeramente, el horario
invernal, el usual, de octubre a marzo (que fue de septiembre a marzo
hasta 1996).
En
su confuso auxilio han contado con la inestimable colaboración de
gran parte de la prensa, tan rigurosa como acostumbra, y de todos los
insignes partidos del Club de la Comedia de las Cariátides, también
conocido como Parlament balear, que nos quieren endilgar el huso de
Moscú. Algunos de ellos en abierta contradicción con sus superiores
en Madrid, que defienden el regreso a Greenwich, como nos toca por
posición geográfica. Ojos para no ver, oídos para no escuchar e
información para desinformarse, no hemos cambiado mucho desde esos
tiempos evangélicos de los sepulcros blanqueados.
Igual
sucede con la ya mundialmente célebre pelea de padres en Alaró. Qué
sorpresa, ¿no? Si algunos descubrieron con el asunto del ‘mamading’
que en Punta Ballena no se reúnen los hooligans para leer a Proust y
remojar magdalenas en delicadas tazas de té, ahora va a resultar que
no sabíamos cómo se las gasta el personal en los patatales
futbolísticos de la isla. Especialmente en Alaró, punto negro del
fútbol mallorquín desde hace mucho tiempo, y donde hace pocas
semanas ya se la armaron al Andratx. Entre otras anécdotas, unas más
cafres que otras, contaré que a un primo de mi padre, árbitro de
Tercera hace más de 20 años, lo retiraron en ese mismo terreno de
juego tras ser lapidado por los cordiales aficionados locales. Tras
unos días simulando un poco de fair play, ahora le endosan la
culpa al árbitro y a los padres del Collerense. Y convierten al
delegado alaroner, que al parecer embistió al colegiado y no quiso
llamar a la Guardia Civil cuando tocaba, en todo un Mahatma Ghandi.
Somos
hijos putativos del capitán Renault en Casablanca: “¡Qué
escándalo, aquí se juega!”. Por eso también nos indigna que
alguien sugiera la existencia de corrupción en ese mundillo del
balón esférico. ¡Vade retro! En una sociedad tan aseada como la
nuestra, algo como el fútbol, que mueve tantísimo dinero, sectarios
intereses políticos e inflamados orgullos regionales, es
ontológicamente imposible que genere manipulaciones o chanchullos.
Si el rugby, por ejemplo, en su lúcida mecánica permite drenar las
pasiones y sublimar la hostilidad, el fútbol se decanta justo por lo
contrario: multiplicar la gresca y el cinismo.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)