(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Lunes.
Cena con
grandes amigos
filósofos,
comulgando con
los brebajes de un
vistoso
alcohoaltar
de Santa
Catalina, tras saquear
viandas orientales.
Pocas cosas que celebrar, pero basta y
sobra con el prodigio
de la amistad, algo enigmático y extraño, única
asignatura en la
que no he fracasado en
mi vida.
Martes.
Més sigue siendo fiel a sí mismo, presumiendo de granítica
coherencia. En el Parlament presentan una encendida defensa de la
libertad de expresión, a cuenta del caso Valtonyc. Quedan con
justicia excluidos de esta apelación a la parresía
personajes siniestros como un servidor, para cuya boca los pesemeros
pedían en septiembre la mordaza de su nueva ley LGTBI. Lo mío era
mucho menor que lo del rapero, pero mi infecta naturaleza me
sentencia a priori. Bien está.
Miércoles.
El Día de Baleares, ¡todos a cubierto, la identidad acecha! No
queda más remedio que convivir con las identidades colectivas, pero
no sé si es buena idea eso de hacerles homenajes. Aunque la
identidad balear tiene algo que la hace especial: nadie se la cree.
Pero también en estos casos espectrales sigue vivo el culto
alienante a la autoctonía, la tierra baldía que sólo deja
“imágenes rotas donde el sol golpea” (Eliot).
Jueves.
Síntoma del cachondeo de nuestros tiempos, la poco democrática
Cámara de los Lores le da una lección de fair play,
inteligencia y dignidad a la supuestamente democrática Cámara de
los Comunes. Los Lores al final podrían ser el último dique del
saludable elitismo británico, ahora que los hooligans han asaltado
los cielos y consolidan disparates irreversibles, demostrando que los
plebiscitos no solucionan los problemas sino que incluso los agravan.
Viernes.
Días después de su inimaginable detención (tengo que escribirlo
dos veces para creerlo: ¡Detención!), Cursach entra en la cárcel.
Quién sabe si al final tendremos que redefinir nuestro lema “islas
de corruptos” en favor de un “islas de fiscales y jueces que
trincan a los corruptos”. No me acabo de fiar de que esto acabe
bien, pero ahí tenemos el milagro de retener ya casi 4 años a Munar
en la jaula. Como Planas Bennásar, nunca he pisado Territorio
Cursach. Ligero consuelo de habitar el subsuelo: no contribuyes ni
con medio euro al triunfo de lo que Cursach representa.
Sábado.
La raza de los titanes antisistema ya no es lo que fue. El fiero
Valtonyc que desea liquidar a alguien para justificar su pena
judicial tiene sus cuartos, además de una hipoteca (¡con sólo 23
años!), nada menos que en el Deutsche Bank, el epicentro neurálgico
del statu quo. Juraría que en el Manual del Buen
Revolucionario a estas actividades no se las llamaba revolucionarias
sino pequeñoburguesas. Pero seguramente me equivoco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario