jueves, 25 de noviembre de 2010

DARWINISMO GIRARDIANO


Con su trabajo sobre la esencia de la naturaleza humana que representa su teoría mimético-sacrificial, René Girard ha sido un auténtico "Darwin de las ciencias humanas", como en su momento fue felizmente considerado por Michel Serres. Es decir, un hombre cuyo trabajo ha significado una sistemática hipótesis sobre la evolución del comportamiento humano a lo largo de la historia. Y es precisamente la relación que la teoría girardiana guarda con Darwin (básicamente el vínculo entre el mecanismo sacrificial, creador de las sociedades humanas, y la teoría de la evolución y la selección natural) aquello que es objeto del video que aparece justo arriba del texto: From animal to human. A conversation with René Girard. Habría que decir, para quien no lo tenga demasiado leído, que Girard es un intelectual católico alejado de fundamentalismos como el creacionismo, es decir, asume el legado darwiniano de manera tal que los logros debidos al evolucionismo han sido ensamblados a su teoría.

La entrevista del video fue realizada por Paul Gifford y Pierpaolo Antonello durante el mes de abril del 2009 en Stanford (Girard vive gran parte del año en USA junto a su esposa americana, y pasa también algunas temporadas en Francia), y prolonga la forma dialéctica y pedagógica que ha asumido la obra de Girard estos últimos veinte años (hay que recordar que 4 o 5 de sus últimos libros son entrevistas realizadas a este pensador franco-americano). Girard, muy preocupado en asegurar la transmisión de su trabajo, se ha decantado por este método para dotar de una claridad didáctica la espesura que puede alcanzar el núcleo de su saber.

[El video, que en conjunto dura una hora y 40 minutos y que se inicia con música de Arvo Part, consta de ocho partes. La primera es la que se puede ver arriba, y las siguientes son las que vienen a continuación: segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta, séptima y octava.]

sábado, 20 de noviembre de 2010

LA MUJER CTÓNICA (14). EL DISCURSO SUPLANTA LA REALIDAD

Miquel Llodrà

      Un discurso se impone en una sociedad no tanto por la fuerza de sus argumentos defensores como, fruto de su capacidad coactiva, por la cesión de los no necesariamente afectos, y el maximalismo de cierto feminismo ha seguido esta premisa para consumar su esfera de poder, aunque intuyo que su representación directa en la sociedad resulte de facto no tan mayoritaria como parece. 

         Un caso concreto de cómo se aplica este procedimiento de dominio de un discurso que altera lo real lo hemos podido analizar estas semanas en Mallorca, donde nadie, absolutamente nadie, está discutiendo que se incluya entre los casos de llamada 'violencia machista' una muerte que no cumple los requisitos mínimos para formar parte de la lista. Se trata de la muerte por atropello de Anne Wanjiru a manos de su todavía marido (aunque parece que en trámites de separación), Miquel Llodrà. La primera ráfaga ofrecida en los medios encajonaba el suceso entre las redes estereotipadas de casos ya conocidos: machista probado que tras años de vejaciones consigue asesinar sin piedad a su victimizada mujer. Luego, una lectura atenta del caso demostraba que nada en él se asemejaba al modus operandi conocido. Al contrario. El discurso no permitía expresar la realidad de lo ocurrido, pero eso no ha sido óbice para que los medios de comunicación y el Parlamento balear consumen una acrítica unanimidad (¡pleonasmo!) a la hora de calificar al crimen como 'machista'. Nadie se atreve a iniciar debate alguno sobre el caso, pues todos sabemos que, en el mismo momento en que eso se haga, el buenismo imperante pondrá en marcha la engrasada maquinaria de descalificaciones y condenas habituales cuyo fin no es otro que la liquidación civil del hereje en cuestión.

        Sin embargo, la ideología y el sectarismo no puede cambiar unos hechos que abren muchas incógnitas en los muros de la visión reduccionista del feminismo institucionalizado. Hay una muerte, como prueba la investigación policial, pero no se trata de un crimen de raigambre machista ni de algo premeditado. Porque Llodrà, 36 años mayor que su esposa y antiguo traductor de la ONU, no agredió nunca a su mujer. Ella, en cambio, sí: ¡lo apuñaló en el cuello, en 1999! Tras salir del hospital, él la perdonó. En efecto, había violencia doméstica en este caso, pero no en el sentido que se suele destacar. Para mayor fractura del corsé ideológico de nuestros 'maccarthistas' de guardia, él tampoco parece que la presionara física ni psicológicamente durante los años de relación. Al contrario, pues tras unos 20 años de vida en común se vio incluso obligado a abandonar su propia casa hace unos meses por la constante presión que ejercía ella en su contra (antes de partir, Llodrà llevaba muchos meses viviendo arrinconado en un cuarto de la residencia). Incluso el día de la muerte de Wanjiru la actitud de Llodrà no fue en absoluto la del maltratador que trata de planificar algo grave, pues no parecía tener en mente hacerle el más mínimo daño. Al contrario, Llodrà acudió a su casa, aquella de la que su mujer había conseguido expulsarle con unos malos modos ejercidos durante años, para hacerse con un busto de su hermana, fallecida un tiempo atrás. El anciano Llodrà, que vivía solo en el puerto de Pollença, añoraba la presencia de aquella hermana a la que quería mucho. Entonces decide coger el busto el martes de la semana pasada, y lo hace a una hora temprana, al parecer pensando que su todavía esposa permanecerá dormida. Quiere evitar discusiones. Sin embargo, ya en la casa, ella se despierta y se enfrentan muy acaloradamente. Wanjiru dice, según los medios: "No te vas a llevar nada de esta casa". La casa de él. Ni siquiera un objeto sentimental que pueda atenuar la soledad de un viejo de 86 años. Él consigue salir y, ya en el coche, ve como ella se arroja al suelo, histérica, delante de los neumáticos. Cruzan insultos y amenazas, y finalmente, muy afectado por la refriega, él aprieta el acelerador y la atropella. Enseguida, y junto con el hijo de ambos, la atiende y se la lleva con el coche a un centro sanitario, donde finalmente fallece. Esta es la historia del caso. Ella es la víctima porque es la persona fallecida, pero no suele suceder que se califique de víctima a esos hombres que, tras años de apalizar a sus mujeres, son muertos por ellas en medio de una refriega.

        He aquí una prueba de cómo en ocasiones se incluyen en las listas de 'crímenes machistas' casos que no cumplen los requisitos, lo que permite falsificar esos datos que después enfáticamente nos ofrecen los profesionales del sector para justificar sus políticas discriminatorias. No se analiza críticamente cada caso, sino que todo se arroja en la picadora ideológica con el fin de utilizarlo ad libitum. Y al mismo tiempo que se produce este fraude, no se realiza ninguna investigación profunda sobre cuántos casos de entre los 3.000 hombres que se suicidan cada año en España (recordemos que se suicidan tres veces más hombres que mujeres, en prácticamente todas partes) puedan tener algo que ver con una situación deplorable propiciada por la impresentable (por discriminatoria contra el hombre) ley de divorcios que funciona en este país. 

jueves, 11 de noviembre de 2010

MÚSICA DEL SUBSUELO (34): EL DIARIO DE DAVID CANDY



Pocos discos tan extraños y minoritarios guardo en mis archivos como el Play power (2001) de David Candy, heterónimo de Ian Svenonius, cuya única incursión en los estudios de grabación es este subsuelítico homenaje a Frank Zappa y la psicodelia, influido también por un particular homenaje a clásicos del cine de terror, como La semilla del diablo de Polanski, cuya escalofriante nana satánica de Krzysztof Komeda versiona Svenonius en este disco. Dejo arriba el mejor, y más largo (19 minutos), corte del disco, Diary of a genius, una portentosa lección de lisergias subterráneas y posibilidades oníricas  que no puede dejar indiferente a ningún hijo putativo de Rodion Romanovich Raskolnikov.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

VOCABULARIO (25): DOUBLE BIND

 Persona (1966), Ingmar Bergman

El término double bind está emparentado semánticamente con el griego phármakon en el sentido de que trata de apuntar a una ambivalencia tal que hace imposible cualquier decantación por alguno de los dos extremos que vincula tortuosamente. Conceptos que tratan de expresar, de alguna manera, aquella ambivalencia inapresable de origen fundamental que queda al fondo de cualquier cadena comprensiva, si uno trata de profundizar hasta el límite. Pero como incluso lo que tiene que ver con lo esencial tiene su historia, el double bind, que ha sido manejado por diversos pensadores, tiene la suya.

El término fue originariamente presentado por el pensador intesdisciplinar Gregory Bateson (1904-1980), en 1956 con su artículo Hacia una teoría de la esquizofrenia, y significa algo así como "doble vínculo contradictorio" o "doble coacción", es decir, cuando en el contexto de un mismo acto se emiten dos mensajes de sentido opuesto que se cruzan, provocando una situación paradójica difícil o imposible de resolver en un sentido u otro. En su origen, el double bind afecta a un determinado y, por tanto, limitado, tipo de relación comunicativa, generalmente encarnada por aquella que se da entre una madre y su hijo. En esta relación, la madre envía a su hijo, en dos tiempos muy cercanos o coincidentes, señales totalmente opuestas: por una parte, se le dirigen palabras de amor y entrega filial, pero en la práctica se rechazan los acercamientos afectivos del niño, tal vez incluso suscitados por la primera muestra de cariño. De esta manera, discurso y praxis siguen caminos opuestos en una misma línea comunicativa, contradicción que un niño padece de forma terrible formando parte de la base de su psique. Bateson explica la tortura mental del caso:

"Si el niño comprende la distinción entre estos dos tipos de mensaje, es 'castigado' en el sentido que comprende que su madre le rechaza afectivamente pero intenta hacerle creer que le quiere. Entonces el niño tiene que hacer como si no comprendiera la distinción, si quiere evitar este castigo para poder sobrevivir con él".

El hijo se enfrenta, entonces, a una disyuntiva irresoluble que lo atenazará totalmente, convirtiéndose así en prisionero de una doble coacción que afectará negativamente a su forma de ser, en el sentido de quebrar su equilibrio emocional. Bateson reconoció más adelante que, en este esquema, madre e hijo juegan los roles de verdugo y víctima, en una relación que se acerca al sadomasoquismo. Quien haya seguido la saga ctónica de este blog sabrá que el double bind afecta también a otro tipo de comportamientos humanos, en este caso las relaciones hombre-mujer. Pero seguro que cada uno podrá encontrar otros ejemplos que confirmarán la certeza de su sentido. 

La tesis de Bateson, sin embargo, escapó pronto a las limitaciones psicologistas del ejemplo familiar y esquizofrénico para alcanzar un amplio espectro de ámbitos y situaciones, pues señala, de hecho, un problema estructural en todo pensar y también en toda formas de conducta humana. En filosofía, por ejemplo, Jacques Derrida se ha servido de esta cuestión para referirse a aquello que señalan expresiones de similar naturaleza, como el citado phármakon, queriendo decir que el double bind se referiría a aquellos momentos en los que se evidenciaría una constrictiva imposibilidad para definirse o decantarse de forma taxativa y absoluta por alguna de las opciones abiertas. En el momento de la resolución, curiosamente, es cuando, en contra de la apariencia de clausura que se promete, todo se viene abajo bajo el peso de una carencia que se antoja irrecuperable. Nos encontraríamos pues dentro del ámbito de 'lo indecidible', en el sentido de que se señalaría una ambigüedad fundamental, esencial, que no permitiría escapar a la incertidumbre. Toda cuestión planteada en esos términos esenciales, es decir, tratando de remontarnos a su génesis interna, sería de plano irresoluble, permaneciendo abierta toda argumentación, sin posibilidades de operarse ningún tipo de clausura discursiva.

Otro pensador, en este caso René Girard, más vinculado a las ciencias sociales que a la filosofía, se ha servido también de este concepto para su teoría de las relaciones humanas a la luz del deseo triangular. En este sentido, la relación que tiene todo sujeto deseante con su mediador/modelo estaría caracterizada por la dinámica cifrada en el double bind, pues lo que hace el mediador es precisamente enviar (aunque habitualmente lo haga de forma inconsciente, y sólo en el plano de la conciencia del sujeto se pueda ver una intencionalidad manifiesta) al sujeto dos tipos de mensajes contradictorios: 'imítame, pues soy tu modelo a seguir, tu referente', pero también 'no me imites, no quiero que me quites lo que tengo o deseo'. El sujeto venera a su mediador porque éste le muestra el camino que él quiere seguir, pero a la vez lo odia porque se convierte en su rival a la hora de conseguir el mismo objetivo. De modo que odio y veneración son sentimientos que en un mismo acto se ponen en marcha en esta relación entre un sujeto y el mediador de su deseo. De igual manera, el double bind aparece cuando vemos que todo proyecto de independencia o autonomía se encuentra al servicio de una tortuosa esclavitud (debido a la dependencia con el otro que padece aquel que quiere diferenciarse del conjunto y a la confesión de una carencia que conlleva toda búsqueda; todo Sí Mismo es una construcción a partir de lo Otro). 

Una de las particularidades de este concepto es que rompe con cualquier tipo de linealidad vinculada al determinismo clásico, y aboga por una circularidad que implica dinámicas que se desarrollan reforzándose mutuamente, dejando de ser 'uniteleológicas'. La complejidad de las relaciones humanas puede ser explicado atendiendo a este patrón que describe el funcionamiento de la conciencia.

Pero el double bind va todavía más allá, pues se encuentra en el centro mismo, no sólo de las relaciones humanas a nivel interindividual, sino también en la génesis de todo entramado cultural. La cultura humana no brota directamente de la reconciliación victimal a la que se refiere Girard (de la reconciliación gracias al sacrificio nace el inicio de un nuevo orden concreto, pero no se trata de un inicio ontológico, es decir, de lo que origina la cultura misma como tal), sino del propio double bind que se produce en el choque entre el sistema de tabúes y prohibiciones, por una parte, y el mecanismo sacrificial, por el otro. En el segundo caso nos encontramos con que se favorece y estimula precisamente aquello que en el primero se reprime sistemáticamente, y eso aboca a perspectivas paradójicas profundas. En realidad, lo que hacen los sistemas de tabúes no es otra cosa que reconducir y canalizar las tensiones grupales hacia las resoluciones sacrificiales. La contradicción se encuentra pues al servicio de algo que escapa al propio planteamiento que produce dicha contradicción, saliéndose de planteamientos de tipo estrictamente conceptual.  

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